¡Arde tombo! ¡Arde!
Cuando la policía retrocedió
Hasta ahora nadie sabe quién lo inició, tampoco creo que importe. Ese día en la calle éramos menos de 50 manifestantes que protestábamos contra un gobierno corrupto y asesino. Todos ya estábamos fichados y nuestro arresto, así como desaparición, estaban garantizados por la policía.
¿Por qué tomamos la calle, si sabíamos que no íbamos a regresar a nuestras casas? Porque simplemente ya no teníamos nada que perder. Nuestros amigos o familiares, habían sido arrestados y asesinados. La represión por parte del gobierno era asfixiante. Si protestabas por algo, la policía simplemente venía y te dormía a macanazos. Luego te llevaban a unos calabozos donde se divertían contigo al estilo Saw o Hostal, hasta lograr cambiar tus ideas o lealtad. Nosotros no estábamos dispuestos a hacerlo.
Horas antes de ir a lo que sería nuestra última protesta, nos reunimos y creamos un plan para que por los menos algunos se salven de ser capturados. Esa madrugada juntamos botellas de plásticos como mierda, y nos pasamos todo el día convirtiéndolas en sprays.
Empezamos a caminar por la avenida Abancay a eso de las 7 de la noche. Los que menos teníamos que perder íbamos al frente. Atrás estaban los que llevaban las banderas, repartían los volantes, pintaban las paredes, etc.
Antes de llegar al parque Universitario, ya veíamos un mar verde venir hacia a nosotros. Eran más de 100 tombos con sus típicos escudos y bastones, ansiosos por comenzar la caza.
Llegó el momento de estar frente a frente. Ni tres metros nos separaban de ellos. Un grupo de policías comenzó a insultarnos para hacernos retroceder, no lo lograron. Luego nos embistieron "suavemente" pero tampoco retrocedimos. Ellos se reían, porque ya sabían lo que quedaba por hacer: darnos de palazos hasta cansarse y llevar lo que quedase de nosotros a los calabozos. Su confianza y regocijo, por lo que ellos pensaban que iba a pasar, se reflejaba en sus viles rostros.
Los 100 tombos se juntaron y nos empujaron con fuerza. Sentíamos su aliento en nuestros cerebros y fue en ese momento cuando comenzó todo. Los que estábamos al frente sacamos los sprays que hicimos horas antes y que habíamos llenado con querosene. En cuestión de segundo todos los puercos estaban listos para ser cocinados. El olor primero sorprendió a todo el escuadrón, pero estaban tan confiados y disfrutaban tanto agarrarnos a palazos que no le dieron importancia. Grosso error.
Me acuerdo que yo estaba en el piso, comiéndome una paliza mientras trataba de buscar mi encendedor. Veía como algunos de mis amigos me iban acompañando en el suelo y otros corrían para protegerse. Fue cuando me levantaron para llevarme, cuando vi encenderse a uno de estos salvajes de verde. Este empezó arder y correr por ayuda, los tombos que fueron a asistirlo se fueron prendiendo uno por uno. Ahora eran ellos los que gritaban, los que corrían desesperados. Ahora eran ellos los que no iban a regresar a casa.
Esa noche, después de años, vi a los policías correr mientras los manifestantes los perseguíamos. Esa noche vi salir, después de mucho tiempo, a personas de sus casas para ayudarnos. Esa noche vi como cambiaron las cosas. Y es que al día siguiente, esa pequeña protesta, terminó en una revolución.