La mujer de mi vida
Estábamos los dos sentados en el piso de su cuarto. Ella buscaba anuncios de trabajos en Internet desde su laptop. No puedo trabajar de anfitriona – me decía – piden buena figura y yo no la tengo. Yo la miraba y veía a la mujer más hermosa del mundo. Si la haces – le respondí – eres bonita y tienes buen cuerpo – concluí. Ella me decía no con su cabeza. Era de madrugada, una de las más oscuras que me tocó vivir.
De pronto ella escribió, en el buscador de Google, dama de compañía, y empezó a leerme los anuncios. En esta chamba se gana bien, en una noche puedes sacar hasta 500 dólares – me comentaba mientras, perdida, seguía buscando. ¡Qué hablas! – le dije preocupado – tú no tienes pasta para eso, créeme. Yo conozco y he estado con mujeres que se dedican a eso – la miré y le dije – tú no la haces, eres otro tipo de persona, eres muy para buena para poder hacerlo.
Ella seguía buscando y leyendo los anuncios que salían como mosquitos en la pantalla. Tanto me gritó que era una puta, una perra – dijo con la voz entrecortada – que eso voy a ser. Yo la miré mientras lo decía. Luego con una mano, delicadamente, hice que me mirara. Tú no eres una puta ni una perra. La empecé a besar. Tú eres una de las mujeres más valiente que he conocido en mi vida. – La besé de nuevo - Tú eres una buena madre. – Otro beso – Tú eres una mujer demasiado buena. – continúe con los besos – Tú eres la mujer de mi vida – apenas terminé la frase la abracé. Si hubiera sabido que era una de las últimas veces que la iba a ver, la hubiera seguido besando.