Eran casi las 3 de la mañana y él no podía dormir. Sabía que era la última vez que sentiría frío y vería las pocas estrellas que aparecen en el cielo limeño. Sabía que eran las últimas horas que respiraría la libertad, quizás las últimas horas que respiraría.

Se levantó de la cama, salió al balcón y se prendió un porro mientras pensaba en las consecuencias que tendría que pagar por lo que iba hacer. Solo pensar en eso formaba una sonrisa en su rostro. Mirando como el humo se esparcía con el viento, se dio cuenta que su líder estaba fumando en la puerta de la casa donde él y otros 30 jóvenes pernoctaban.

Antes que dijera una palabra, su líder le preguntó que hacía despierto, luego le ordenó que se vaya a descansar, porque en unas horas necesitaría todas las energías posibles. Él le respondió que no podía dormir. Los dos sabían que las probabilidades de éxito eran nulas, pero era el inicio del algo mejor y el fin de la mierda y los poderes que habían manejado el mundo hasta ese día.

Su líder lo dejo acompañarlo, quizás pensó que era mejor estar acompañado para ver por última vez salir el sol. El joven empezó hablar, o más bien preguntarse si en los otros 50 países donde ocurriría lo mismo, los otros camaradas podrían dormir. Su líder le dijo que no importaba si durmieran o no, lo que importaba es que siguieran el plan. Plan que seguro los servicios de inteligencia de esos países ya sabían.

Dentro de 5 horas, ambos tenían que infiltrarse en una marcha, llegar al Congreso, sacar a todos las personas y quemarlo. Luego tratar de escapar. Eso también pasaría en los otros países. La última guerra estaba a punto de comenzar.

En esta guerra no se peleaba por poder, ni tierra o petróleo. Esta lucha era para cambiar el presente y dejar asegurado un futuro para todo ser viviente de este planeta. Era muy probable que ambos no vieran el final de la guerra, pero no les importaba. Ellos eran hijos de un pasado injusto y desigual. Eran habitantes de un presente indiferente. Eran un puñado de hombres que sentían que no tenían nada que perder, pero si muchos por quiénes luchar. Porque como le dijo el líder a sus subordinados: “El pasado fue de los que nos gobiernan. Nuestro presente será doloroso y sangriento. Pero el futuro - dijo señalando a unos niños de la calle - es para ellos.